viernes, 14 de enero de 2011

E.T. (Spielberg, 1982)

E.T. ha pasado a ser una de esas películas que todo el mundo ha visto. Y las películas que todo el mundo ha visto es preciso saber por qué es así. Spielberg, como en gran parte de sus trabajos, consiguió lo que muchos critican: llegar a todo el mundo. En las elites cultas y excluyentes, su cine comercial suele quedar fuera de lo transcendental. Pero algo transcendente posee el cine de Spielberg ya que sus películas transcienden el paso del tiempo.

El principal cambio que introdujo E.T. fue convertir al "extraterrestre invasor" en un ser adorable, una persona, 'alguien'. No destruía la tierra, ni quienes lo dejaban en ella y más tarde lo recogían intentaban aniquilar al ser humano. Hasta tal punto de que el espectador llega a querer al personaje por su ingenuidad. Un personaje que apenas habla. Y por eso quizás funcione tan bien. Algo parecido al personaje que más tarde representaría Wall-E.

El nudo de unión entre los personajes principales de Elliot (Henry Thomas) y ET es la amistad. Una amistad que no entiende de planetas ni de razas ni de personas. Mezclado en una película que combina los géneros llegando a ser tanto un drama, un filme de ciencia ficción, una comedia y, hasta en algunos momentos, una película de acción. Una relación seres humanos-extraterrestres que más tarde volverían a aprovechar películas como District 9 o el propio Alf (que nacería cuatro años más tarde, en 1986).

José Miguel Sánchez