lunes, 14 de febrero de 2011

Una admirada película del pasado aún vigente en el futuro [Regreso al futuro]

Regreso al futuro no sólo ha sido una de las películas más populares de los 80 y con la que más se ha identificado una generación amante de la ciencia ficción, sino que también es un producto que continúa muy vigente gracias a su excelente trama, buen ritmo narrativo, su montaje ágil y la fuerte personalidad de su banda sonora.

La historia de cómo el chico que viene del futuro hace lo posible por volver a casa, es narrada por medio de una serie de anécdotas muy bien encadenadas y que nos permiten conocer perfectamente el carácter de los personajes principales.

Una ambientación muy cuidada, que nos trasporta fluidamente a una época pasada, procurando llevar la atención a detalles como un reloj digital que nos recuerda que hemos avanzado en muchas áreas. Pero a su vez, por medio de personajes arquetípicos muy bien manejados, también se nos enseña que hay muchas cosas que el tiempo no cambia, cómo el que siempre habrá listillos, rufianes, emprendedores, lideres y luchadores.

Esta película alcanza a dejar un profundo mensaje sobre cómo el futuro de cada uno se forja con pequeñas acciones y grandes propósitos, segundo a segundo, instante tras instante. Y aun transmitiendo un profundo mensaje antropológico, no descuida su cuidad factura y su atractivo para todo tipo de público. Gran obra audiovisual y comercial.

Juan Camilo García

lunes, 7 de febrero de 2011

También la lluvia (2010)

En También la lluvia Icíar Bolláin, guión de Paul Laverty mediante, consigue hilvanar perfectamente dos historias que trascienden sus tramas para unirse en un único argumento: por mucho que pase el tiempo, los hombres somos capaces de seguir cometiendo las mismas barbaridades. A través de un relato metaficcional se enlazan las historias –basadas en hechos reales- del descubrimiento de América y la Guerra del agua sucedida en Bolivia en el año 2000.

La convergencia de estas tramas para que desemboquen en una misma denuncia sólida y consistente no es fácil, pero se logra gracias, en gran medida, a un personaje clave: Daniel/Hatuey. Éste encarna a un rebelde indígena en la película y al rebelde real que lucha por el agua en Cochabamba, siendo el impulso y la esencia de su actuación el mismo, pese a existir entre ellos 500 años de diferencia.

Cabe apuntar que la evolución de los personajes resulta un tanto brusca, pues no se dan suficientes pistas para que el espectador aprecie un cambio paulatino y se haga cargo de la transformación final, principalmente en el caso de Costa y Sebastián. No obstante, esto hecho puede estar motivado porque no importa tanto recalcar la dimensión que alcanzan, sino hacer hincapié en el conflicto social; podría decirse que se sacrifica el ahondamiento en las personalidades en aras de una causa mayor como es la denuncia de una situación.

Por esta misma razón, quizá también la trama de la producción de la película queda desdibujada, porque la historia que realmente importa es la que se deriva de la confluencia de la Guerra del agua con el descubrimiento de América. Con todo, También la lluvia es una buena película que logra su objetivo y nos abre los ojos juzgando el presente desde una perspectiva histórica.

Alicia Rivera

miércoles, 2 de febrero de 2011

Sentir Shakespeare [Looking for Richard]

Puede que si le dicen que Looking for Richard es una adaptación de Al Pacino sobre la obra original de Ricardo III de William Shakespeare corra al videoclub más cercano para ver qué consiguió hacer Pacino detrás de las cámaras. Pero si el consejo que le han regalado es ese, no habrá sido un consejo de amigo. Le habrán engañado. Porque Looking for Richard no es exactamente eso. Es otra cosa.
La película de Al Pacino, para comenzar, no es sólo una película de ficción. Es un filme entretejido por la ficción y aderezado con la no ficción del teatro. Son las ganas de un director que harto de ver cómo Shakespeare se diluía entre las grietas de la historia intentó rescatarlo haciéndolo accesible. Intentándolo explicar. Rompiendo la magia, para algunos, de navegar por su cuenta en la búsqueda literaria. En el navegar sin salvavidas. Aunque puede quizás también que Looking for Richard sea un salvavidas para aquellos que ni siquiera tienen la esperanza de salvarse.
La propuesta de Pacino es cuanto menos original. Preguntarse no sólo sobre lo que la obra del literato inglés produce en quien la lee sino también en aquel que la interpreta. En aquel que encauza las palabras, el ritmo y la tensión en un caudal interpretativo. No es simplemente la misión de acercar la obra de Shakespeare a quienes no la comprendan, sino de acercar también el teatro a quienes no saben distinguir el valor de una actuación.

Sin embargo Looking for Richard no es un buen producto narrativo sobre las peripecias del rey. Ricardo III no es el eje de la acción ni el espectador puede darse por satisfecho a la hora de disfrutar de la historia del monarca, porque no es eso lo que consigue Al Pacino. Tampoco sabemos si es lo que pretendía, pero es de suponer que al intentar llevar la obra de Shakespeare al público común, también intentó que la historia tuviera sentido e interés en sí misma. Pero el director muestra los nudos del cordón narrativo, los giros de la acción, y desposee a la obra del tejido narrativo. Los personajes, exceptuando la figura de Ricardo III, no tienen alma, ni vida, ni personalidad. No son accesibles.

Pero no parece ese el objetivo último de Pacino. Parece más bien comprender la pasión, el tortazo que supone la literatura shakesperiana para aquellos que aman la buena narrativa y los que adoran representarla. La sensación de ensayar en torno a una mesa la conversación por la que un rey debe tomar la decisión de matar a dos niños. Y explicar ante la cámara lo que eso representa.

La diana de este Looking for Richard reside en eso. En la posibilidad de entrar en el backstage, en lo que hay detrás, en la búsqueda de las localizaciones, en las reuniones entre actores antes de ponerse en marcha, en los dilemas morales que plantean los personajes y en cómo cada uno de los actores intenta comprender el mundo interior del papel que representa. Hasta tal punto que Al Pacino se convierte en el Rey Ricardo incluso con una gorra del revés, una chaqueta y unas gafas de sol en mitad de Nueva York.

Pero esa fusión no la consigue simplemente el director con su actuación. El montaje, en este sentido, surge de la sinergia invisible de las dos partes: la ficción y el backstage. Consiguiendo la transición entre una y otra pasando del diálogo teatral de los ensayos al diálogo ficcionado. Así, Al Pacino consigue que el espectador descubra la sangre de la pasión teatral y la influencia vital que tiene en los actores que representan una obra como Ricardo III.

José Miguel Sánchez Rodríguez

Looking for Richard

Looking for Richard es una de las películas más curiosas que he visto en mucho tiempo. La película nos enseña en tono documental varias fases del proceso creativo y de producción de una obra. Estas decisiones de producción, que por su aspecto más se parecen a un making of, se intercalan en el film con la puesta en escena, con el resultado final del trabajo de los actores. Esta idea me parece brillante porque en cuestión de segundos nos muestra todo un proceso: cómo los intérpretes han pasado de debatir en una mesa sobre los matices del texto a realizar pequeños ensayos y finalmente a hacer suyos los personajes e interpretarlos con un resultado notable. Además, en el montaje final se añaden entrevistas a pie de calle y declaraciones de conocedores de la literatura de Shakespeare, que ayudan a encontrar las claves de por qué su obra resulta tan ajena a mucha gente.

Al Pacino tiene dos grandes objetivos cuando acomete este proyecto: el primero es entender mejor la obra de Shakespeare y hacerla más accesible al gran público. Este propósito es casi una necesidad cuando vemos algunas declaraciones de ciudadanos de a pie. Todos han oído hablar de Shakespeare pero casi nadie se ha leído una de sus obras y quienes lo han hecho declaran que el lenguaje que utiliza es demasiado enrevesado para los tiempos que corren. Cuando preguntan por Ricardo III el problema empeora. Creo recordar que ni una sola persona en toda la calle sabe de qué trata la historia.

El segundo propósito es intentar vencer ese mito varias veces repetido de que los actores estadounidenses no tienen la sensibilidad suficiente para interpretar el teatro inglés. Aquí hay un gran reto: actores de cine americano van a interpretar una obra de teatro inglesa. El sistema utilizado me parece muy útil y adecuado. Mesa redonda para interpretar qué quería decir Shakespeare con tal frase o cómo debería sentirse tal personaje en cierta situación. Y el resultado es satisfactorio. El reparto está formado por actores de nivel, entre otros Alec Baldwin, Kevin Spacey o Winona Ryder, que más o menos consiguen hacerse con la esencia del personaje. Quienes más claramente lo hacen y para mí destacan son Penelope Allen en su papel de Reina Elizabeth (incluso en los propios ensayos se ve cómo defiende enérgicamente su idea sobre su personaje) y el propio Al Pacino interpretando a Ricardo III (brillantes monólogos y verdadera genialidad a la hora de improvisar).

Estos son los dos propósitos básicos, pero con estos ingredientes podemos pensar que Looking for Richard va a resultar aburrida. Sin embargo no es así por un elemento que considero clave: el montaje. La variedad de planos es bastante amplia, aunque predomina el estilo de making of en el que no se cuida demasiado la estética. Aun así es el montaje el que nos permite ver al instante los avances en la interpretación por parte de los actores: vemos una reunión en la que aparecen propuestas y al momento vemos la puesta en escena, o dividimos uno de los monólogos de Ricardo III que han sido pronunciados en situaciones muy distintas por Al Pacino y formamos una unidad con sentido. No importa que en unos fragmentos tenga barba y en otros no, o que en esté en lugares muy distintos. El orden cronológico que se respeta en esta película es el de la propia obra de teatro. En otras ocasiones la sucesión de planos busca provocar algún momento cómico, normalmente aprovechando la expresividad de Al Pacino.

En definitiva, Looking for Richard es un experimento que no sé si conseguirá ayudar despertar un interés mayor por la obra de Shakespeare, pero que tiene un gran valor como obra audiovisual prácticamente ensayística, en la que se nos muestra una forma de trabajar y de interpretar el teatro del autor inglés.

Iñigo Aramburu

Una estrella con un rumbo diferente [El sur, 1982]

El Sur (1983) es un poema nostálgico que nos habla de la soledad, de amores olvidados que vuelven a renacer y de ese dolor silencioso e interior que siente Agustín (un increíble Omero Antonutti) al tener que llevar una vida muy diferente a la que soñaba. Su hija es la estrella que le guía en su camino, el único punto brillante de una vida que no ha sido como esperaba. Pero la estrella comienza un camino por separado. La joven va madurando y comprendiendo lo que sucede y lo que ya ha pasado. Comprende la fuerza de los recuerdos de su padre, de su memoria, de todo aquello que ya ha olvidado y que tanta importancia ha tenido para él: el sur. Un lugar que sólo conoce gracias a recuerdos, postales, dos ancianas, rumores… un lugar idílico y desconocido para ella, más allá de “la frontera”. Un nuevo destino para esa estrella que lleva un rumbo diferente.

Víctor Erice dirige su segunda película de forma muy íntima y tranquila, dedicando tiempo a la observación de todos los detalles y con planos muy cuidados. Todo ello acompañado de una preciosa fotografía en el que el uso de la luz y la composición parece transformar la imagen en pantalla en auténticos cuadros de museo. Las luces están usadas de forma iconográfica, resaltando las emociones y la fuerza de los gestos. Un gran trabajo estético y de dirección que da como resultado una de las películas más cuidadas de la historia de nuestro país.

Iñaki Mayora

Una mirada hacia el sur, hacia el interior del personaje [El Sur, 1982]

El director de El Sur, Victor Erice, consigue un filme que nos lleva la mirada hacia un sur que es el interior de los personajes. Es decir, así como muchas películas se dirigen en una dirección, Erice quiere ir en sentido contrario, quiere llevarnos hacia el otro lado, quiere acercarnos del lado de la cotidianidad, donde las grandes acciones no son las que sostienen la historia, sino lo son las pequeñas, las delicadas, las que realmente importan a la joven protagonista. Esta niña que lucha por descubrir, acercarse y desentrañar el hermético mundo de este héroe que tanto le despierta admiración, su padre.

La atmosfera tan elocuente que consigue Erice, sólo es posible por su manejo del paso de la luz, del paso del tiempo, del ritmo interno que tienen los personajes quienes se expresan por acciones, también, internas.

Dos aspectos a resaltar, la ambientación que hace muy creíble la historia y la desenvoltura con que el director puede narrar una historia de ritmo lento, pero sin dejar de usar un lenguaje ricamente cinematográfico. Como en el caso de aquella elipsis, donde la protagonista viaja, crece, se va, y retorna en un abrir y cerrar de ojos, como lo diría cualquier padre que piensa en lo rápido que ha crecido su hijo. Por cierto una de las elipsis más elogiadas del cine.

Sencillo, elocuente, conmovedor, pero sin caer en el dirigismo.

Juan Camilo García