viernes, 12 de noviembre de 2010

La cena de los idiotas

Se suele decir que toda buena comedia esconde en realidad un profundo drama. Habitualmente, esta apreciación es cierta y, en el caso de La Cena de los Idiotas (Le Dîner de Cons, Francis Veber, 1998), es evidente. La película, irónica y en ocasiones cruel, consigue que el espectador se ría del sufrimiento y la mala suerte ajena, sin sentirse mal por ello.

El director y guionista Francis Veber podría haber caído en la ridiculización absoluta de los personajes, llegando incluso a no respetar sus propias creaciones. Sin embargo, sabe compensar el humor negro y mordaz con la ternura. Juega con los estereotipos porque sabe humanizarlos y hacerlos cercanos, y eso es lo que se gana la atención, la risa y el corazón de la audiencia.

Además, la historia que plantea es original, los diálogos son ingeniosos y el final, justo. La última vuelta de tuerca, la última torpeza de François Pignon recuerda a los recursos de las sit com y hace que el dulce no empalague. El planteamiento de fondo de la película no resulta moralizante ni justiciero, por el modo en que está contada y porque tampoco pretende serlo. Creo que este planteamiento se ve representado en la primera imagen del filme, el boomerang: las relaciones humanas son así, van y vuelven (el amigo y la esposa del protagonista) , y uno siempre recibe lo que da (el que humilla se ve humillado).

Marina Pereda

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